Con regularidad hemos visto cómo se encuentra nuestro medio a posteriori de toda esa transformación que ha venido gestándose desde hace algún tiempo, a partir de proyectos urbanísticos que han sido visibles y positivos para el crecimiento del municipio. Sin embargo, todos esos cambios han generado un sobresalto que va más allá de la estética que pueda estar careciendo un municipio tan estratégico como Caucasia, lo cual se refleja en una temperatura asfixiante que deteriora la tranquilidad de cualquier ciudadano.

Al igual que muchos caucasianos, he tenido la fortuna de observar cada detalle que hace de nuestro municipio un lugar acogedor para aquellas personas que vienen de afuera y ven en la capital del Bajo Cauca antioqueño una oportunidad para cambiar su historia; no obstante, cada una de esas cosas que embellecen al municipio se vuelven invisibles en pleno mediodía, donde la gente que entra, sale y pasa, no hace más que pedir vía para no freírse en el camino.

Durante las temporadas de sol ardiente, es común sentirse abrumado con el insoportable clima, pero considero que a la mayoría de habitantes caucasianos se les ocurrirá en cualquier momento sembrar árboles alrededor de su espacio y de esa manera mitigar el calcinamiento de personas y de otros seres vivos.

Hace poco, en una conspiración sobre la calidad del aire, sumado a la elevada temperatura, alguien planteó la instalación de polisombras en los semáforos más concurridos, por lo menos para que nuestra piel no nos pase factura en tiempos venideros. Con todo eso, pienso que no existe un fondo para semejante propuesta. Adicionalmente, no gozamos de suficiente cultura ciudadana para que ese planteamiento sea cargado a alguno de los impuestos que nos vemos obligados a pagar.

Es absurdo lanzar dardos sobre quién tiene mayor responsabilidad en cuanto a toda esta situación, pero es posible trabajar conjuntamente para lograr que nuestro municipio no sea blanco de memes, comparándonos con desiertos (cosa que no es tan negativa, porque al menos nos divierte). A lo que voy es que, tanto las autoridades como la misma ciudadanía tenemos el deber y la necesidad de cambiar este acontecimiento.

No es para menos mencionar la discordia que se ha generado entre la comunidad y los obreros, porque estos señores están diseñados para cumplir al pie de la letra las órdenes de sus jefes, por lo cual se hace imposible llegar a un acuerdo sobre si talan o no los árboles en las aceras de las casas, simplemente porque éstos interfieren al momento de ejecutar las ambiciosas obras. El resultado de esta práctica es evidente y preocupante en cada una de las carreteras que se han pavimentado recientemente, sin ser inauguradas aún.  

Por otro lado, imagínese usted a cualquiera de los políticos que tienen franquicia en un municipio como éste, reemplazando los mal llamados “pastelitos” por metros cuadrados de polisombra o pequeños árboles, cuyo valor no supera los 20 mil pesos. En ese sentido, ¿cree usted que dudaría al momento de depositar su voto de confianza hacia este candidato? Así mismo, la inmediatez de repartir mercados o pagar para hacer ruido por las calles está haciendo de éstos individuos unos especímenes del clientelismo y la corrupción, dejando a su paso ninguna obra merecedora de aplausos. Afortunadamente, muchos de quienes habitamos Caucasia tenemos conciencia y memoria, para no depender de politiqueros para promover la cultura.

Todos anhelamos en algún momento que Caucasia sea más habitable en cuanto a las condiciones climatológicas, teniendo en cuenta que al día de hoy tenemos un jardín hidrobotánico sin agua, un río y caños altamente contaminados y pocas zonas verdes. Si las autoridades ambientales son conscientes del daño que se está generando, personalmente estaría orgulloso si en las próximas campañas (no políticas) que se realicen, se promueva la búsqueda no de uno, sino de miles de árboles para que nuestro municipio sobreviva por lo menos al tiempo de verano que hace falta.

Por: Keimer Oquendo Argel