Caía el sol y en las sombras que se hacen frente a las casas que le dan la espalda comenzaba a salir gente a tomar la brisita de la tarde, cuando de repente sonaron muy fuerte unos disparos, como es costumbre en mi pueblo, la gente no corrió para dentro de sus casas sino a ver a quién habían matado.

“La debía” es lo que todo el mundo dijo, una foto de un cuerpo ensangrentado en la que se alcanzaba a percibir dónde había entrado cada disparo se propagó por WhatsApp en cuestión de minutos y por supuesto fue noticia en los medios regionales, cuando aún la sangre caliente derramaba a la vista de decenas de niños y adultos.

A mí me enviaron la foto al celular y sentí asombro, era muy joven el muchacho, vestía con camiseta de Nacional, era conocido en el pueblo porque siempre estaba con las barras del equipo verde. Esa esquina era su parche cada día, tarde y noche.

El lugar donde se reunía con sus amigos nunca más ha vuelto a ser el mismo, en ocasiones se reúnen algunos jóvenes allí pero ya no con la constancia de antes, la muerte del gordito pasó a ser una cifra más entre los miedosos datos de asesinatos en Caucasia, fue una muerte de esas que no tienen eco, de esas que al siguiente día se olvidan, una muerte seguramente impune como casi todas en el pueblo y fue para los pelados del barrio un parcero menos.