El parche de mis amigos de crianza es jugar al futbol, por las noches porque todos trabajamos en el día, en una panadería, en albañilería, en un banco, en una universidad, en una fundación, de vigilantes, en una clínica, en los lugares que la vida nos ha puesto para ganarnos el sustento honradamente, somos tan unidos que aunque suene cliché nos consideramos familia, hermanos, nadie pelea con nadie.

Ante la violencia decidimos jugar cada vez menos, el parche es en la canchita cerca al barrio allí después de jugar nos tomábamos una cerveza, porque ganábamos o porque perdíamos, siempre juntos molestando al que se llevó el túnel o al que no pudo hacer un gol.

El sábado nadie quiere jugar por las noches sólo los que llamamos “afiebrados” uno de esos, un parcerito que no llegaba a los veinte años, salió a jugar con otros amigos entonces, como era habitual en él se llevó su mochilita y las enormes ganas de correr toda la cancha para hacer goles, sin pensar que esta vez le tocaría correr por su vida.

Alguien, un desalmado de esos que hemos creado como sociedad llegó haciendo disparos casi sin dirección, una mujer recibió tres impactos, un joven un disparo en una pierna y nuestro amigo, un pelado de esos que no se metía con nadie recibió uno en la cabeza allí donde casi nadie se salva.

El tío me cuenta llorando que cuando le avisaron ya estaba muy desangrado, lo cargó y pedía que lo ayudaran, cosa que nadie hizo, me dijo el mismo sábado cuando ya lo tenían en la clínica que él sabía que se salvaría, porque su sobrino era muy fuerte y aún respiraba, se va a salvar mi amigo, se va a salvar, me decía mientras su abuela y su madre lloraban desconsoladas en la entrada de la clínica.

Conectado a un respirador artificial, se lo llevaron para Montería, una esperanza se encendía si lograba llegar con vida a la capital cordobesa, y su tío tenía toda la razón, era fuerte, llegó con vida, desde entonces aumentaron las oraciones, el parcero respiraba y eso nos alegraba a todos, respiró y lo hizo con mucha fuerza, sé que sentía nuestra energía, quizá lo hizo con tanta fuerza que agotó sus últimas energías.

En el grupo de Whatsapp del barrio sólo se preguntaba por su estado de salud, hasta que anoche dos líneas simples, secas, fuertes y llenas de dolor escritas por el tío que también es nuestro amigo, nos dieron la noticia de su partida y con ello se esfumó la esperanza de volver a jugar al futbol con uno de los más calidosos, con uno que no se cansaba, que la daba toda, como la dio en esta lucha por la vida, con uno que nos hará mucha falta, que tiene a nuestra gran familia de luto, y es que el dolor es tan grande, nuestro amigo murió y no hay nada que pueda remediar la muerte. Adiós por siempre amigo.