Nadie conocía mejor el tráfico sexual de menores de edad que Liliana del Carmen Campos Puello, mejor conocida como La Madame. Ella tenía un catálogo de muchachas que le ofrecían a los clientes, la mayoría turistas extranjeros. Cada cobro que hacía supera los $3 millones. En redes sociales se mostraba siempre en medio de los lujos en los que vivía o contando fajos de dólares. Lejos de la opulencia que la rodeó se ha conocido esta foto de la mujer en prisión.

En la mañana del jueves 2 de agosto entró al Complejo Judicial de Cartagena. Lo hizo gritando groserías y haciendo gestos obscenos y amenazando con prender el ventilador y con una advertencia lapidaria: “Dejen de joderme la vida porque voy a echar al agua a todos los políticos que me contrataban.”

Un operativo relámpago y contundente el último fin de semana de julio hizo escándalo en Colombia. Se llamó Operación Vesta I y la Madame fue solo una de las 18 personas capturadas. Cayó un israelí, así como 16 personas colombianas: todos acusados de traficar sexualmente con niñas menores de edad. Incluso capturaron un militar de la Armada que tenía un fetiche particular: tatuar la piel de las niñas vírgenes con las que se acostaba. En distintas partes del cuerpo, ellas llevaban escrito su nombre: Raúl Danilo Romero.

En la Plaza del Reloj las niñas, con cara de hasta 14 años, caminan en minifalda. Extranjeros en pantalón corto y chanclas Hawaianas se les acercan, se las llevan para algún hotel y pasan la noche. Las niñas salen para sus casas, y algunas vuelven al colegio. Otras no vuelven a estudiar.

 

 

Algunas de esas niñas trabajaban, según la Fiscalía, para Liliana Campos, pero este no era su fuerte. La Madame se especializaba en atenciones distinguidas: fiestas privadas los apartamentos de Bocagrande, en yates privados o alquilados en Barú y Cholón, y eventos en hoteles. Madame era quien traía las niñas y mujeres. Pero el lugar ideal era el Hotel Benjamin. Este edificio, propiedad del israelí deportado a comienzos de este año por oscuros vínculos y negocios en Taganga, era el santuario de la prostitución, la droga y las fiestas privadas. Assi Moosh era el dueño, un exmilitar que llegó a Colombia para crear toda una red de turismo ilegal en el Caribe colombiano.

Parlante roto. Así le decían los vecinos a Liliana Campos. Su voz es potente, estridente y ronca. Los vecinos de El Recreo, un barrio estrato 5 de Cartagena, recuerdan las apoteósicas fiestas que se volvieron costumbre cuando Liliana volvió de Estados Unidos y se convirtió en La Madame. En un principio le pedían mesura, que bajara el volumen, pero ella salía de la casa y discutía a gritos. No le gustaba que le dijeran qué hacer.

Tras las rejas, Liliana Campos optó por una estrategia de defensa para intentar no pagar las condenas de hasta 50 años que podría enfrentar. Con las últimas declaraciones dejó claro que intentará amedrentar para que la ayuden a salir de la cárcel. Su primera apuesta: amenazar a los políticos.

Fuente: Las 2 Orillas.