Por Cristina Giraldo.

Un 31 de octubre más y mientras unos se preparan para celebrar Halloween, una parte de la cristiandad no católica conmemora el Día de la Reforma Protestante, que comenzó un día como hoy en 1517 cuando el monje agustino, Martín Lutero, clavó las 95 tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg, en las que condenaba la avaricia de la Iglesia y criticaba la venta de indulgencias, por lo que ahí, en esas mismas tesis, solicitaba una disputa teológica sobre ellas.

Las indulgencias tan sólo eran unos papeles que se vendían al pueblo fervoroso pero incauto, dichos papeles suponían ser un salvoconducto para acortar la estadía del alma en el purgatorio, ya fuera la del propio comprador o la de sus seres queridos fallecidos, pero no fue más que una estrategia de la Iglesia Romana para recaudar dinero y construir la Basílica de San Pedro. “Apenas suena la moneda en la cajuela, el alma del difunto al cielo vuela”, decía Johann Tetzel, fraile, que para colmo dominico (pues agustinos y dominicos no se le llevaban muy bien que digamos), hacía muy bien su papel de vendedor; es más, era tan entusiasta con las ventas de indulgencias que llegó a decir que con las mismas se podría perdonar incluso a quien hubiera violado a la mismísima virgen María.

503 años han pasado desde entonces, ya no hay católicos ni protestantes matándose por razones religiosas, aunque la inquina persiste en muchos de sus seguidores que viven condenando al infierno a quienes no creen como ellos.

Sin embargo, no dejo de preguntarme ¿qué pasaría si en pleno siglo XXI Lutero estuviera vivo? ¿seguiría su malestar con la Iglesia Católica o contra aquellos que incluso dicen seguir su legado? ¿Tendría tanta ira de las peregrinaciones, venta de reliquias sagradas o de las indulgencias como de las ventas descaradas de los predicadores evangélicos de la prosperidad?

La cristiandad continúa con creyentes incautos que se dejan engañar con las tales siembras de algunas iglesias evangélicas, con las que se prometen milagros o prosperidad financiera por tan sólo el aporte de una considerable suma de dinero. “Haga su siembra, aporte a la obra de Dios y verá sanidad divina, su economía mejorará”, “Envíe un aporte de… con su petición y verá cómo Dios obra el milagro que usted necesita… o la bendición recaerá sobre usted” etc., como si a Dios se le pudieran comprar milagros y bendiciones, ¿qué será entonces de los pobres? ¿con qué dinero podrán adquirir los beneficios celestiales? “Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de los Cielos”, decía Jesús, pero muchos avaros predicadores al parecer subvirtieron el mensaje.

Todo este tipo de ventas milagreras se me antojan como una especie de tráfico de amuletos para la buena suerte, como cuando en las tiendas New Age colocan un Buda sobre una caja de cristal para que la gente eche un billete y luego le sobe la panza al Buda dizque para que les vaya muy bien en sus asuntos ¿qué pensará el Buda de esta prostitución?

Hablando de venta de amuletos, sin duda quien lleva la delantera es la Iglesia Oración Fuerte al Espíritu Santo o Pare de Sufrir, siempre tiene algo “novedoso” para ofrecer a la masa hambrienta de milagros, desde la sal bendecida, el agua de los siete filtros hasta el aceite de la unción, entre otras cosas. Por ahí salió otra denominación religiosa similar vendiendo “escobas ungidas”. Me imagino que quien no pararía de sufrir sería Lutero viendo todo esto, dos mil tesis no le bastarían para condenar las siembras, cosechas, pactos financieros y venta de artefactos milagrosos. Me atrevería a decir incluso que en caso de que sea cierto que uno guarda conciencia después de morir, Lutero estaría ahora revolcándose en la tumba (sin ánimo de ofender la memoria del reformador).

En el fondo la gran mayoría de los seres humanos no dejan de ser supersticiosos por más que renieguen del paganismo y se hagan llamar cristianos, al parecer la Sola Fe no basta ni la Sola Gracia, existe la necesidad de poder palpar algo, un tótem o un fetiche u ofrecer un tipo de sacrificio para poder obtener algo, como los que se pelan las rodillas subiendo al cerro de Monserrate, pero como ese tipo de sacrificios no cuentan para los cristianos no católicos, el sacrificio más grande es entregar dinero, admitámoslo, la situación laboral es dura y no es fácil conseguir plata.

No voy a condenar a todas las organizaciones evangélicas, conozco muchas que se estremecen de horror ante el mercadeo del famoso canal Enlace de Costa Rica y les da pavor de esos oradores que con un trapo van azotando personas que luego caen desmayadas. Conozco, aunque pocos, a quienes si creen en la Sola Fe y la Sola Gracia que promulgó Lutero.

¿Qué escribiría Lutero sobre esos modernos lobos rapaces que no pertenecen a Roma? Me imagino su prosa colorida y enardecida en contra de esos avivatos que han hecho de la fe un negocio, para él estos personajes serían de lo más execrables. O mejor aún, ¿cómo reaccionaría el mismo Jesús al ver que muchos en su nombre erigieron templos como cuevas de ladrones? ¿Bastarían los azotes?

Mientras persista la ignorancia del pueblo que le da rienda suelta al emocionalismo y a su primitivo humano supersticioso, no faltarán los oportunistas que hagan de la fe un circo. Mientras tanto se sigue vendiendo al Cristo.