José David Olivar Zambrano

Después de navegar más de cuarenta años por el río Cauca, llevando y trayendo pasajeros en diferentes embarcaciones entre el casco urbano y las veredas de Caucasia, de repente José David Olivar Zambrano se volvió cartero. Se le iluminan los ojos cuando lo cuenta.

“La mayor emoción es ver cuando las personas reciben los sobres”, dice José David, que se considera privilegiado, pues repartir correspondencia no le implicó renuncias ni le generó ninguna duda existencial ya que resultó ejerciendo las dos actividades, y si antes sacaba pecho por sus cuatro décadas surcando el caudaloso afluente sin haber sufrido ni siquiera un accidente, hoy saca también su corazón, pues la labor de cartero lo enamoró más del río y de su rol social.

“Yo sigo transportando pasajeros en el Johnson, pero adicional llevo las cartas”, comenta este navegante de rasgos afrodescendientes que conduce su embarcación con la calma de un piloto de avión, incluso cuando las aguas se ponen turbulentas o la lluvia arrecia cuando va por el río. Eso dicen los viajeros.

Las misivas tienen un remitente común —la caja de compensación familiar Comfenalco— y como destinatarias 100 familias del corregimiento La Ilusión, la vereda Barrio Chino y el barrio Las Malvinas, este último en el casco urbano de Caucasia.

En estas comunidades, caracterizadas por la precariedad social y económica, la falta de servicios básicos como agua potable, alcantarillado, gas y en algunos casos energía eléctrica, los celulares son lujo de unos pocos y el acceso a internet prácticamente nulo.

En este contexto, la entidad ejecuta el programa De Gestación a dos años, que desarrolla procesos educativos, sociales y nutricionales entre estas familias, que incluso no figuran como afiliadas pero reciben el beneficio por ser las más vulnerables de la zona.

“El objetivo es fortalecer el adecuado desarrollo de los niños y las madres, pero buscar también el empoderamiento de estas en su rol de mujeres con diversas estrategias”, indica Beisy Vega, coordinadora de la estrategia, que sufrió un revés por culpa de la pandemia y la cuarentena, ya que se restringieron las visitas a los territorios y el contacto directo se hizo más complejo.

Misivas al que está lejos…

El 11 de septiembre de 1875, el pintor neerlandés Vincent Van Gogh le escribió a su hermano Theo, que era su apoyo económico y con el que el artista mantuvo una comunicación constante a través de este medio, una carta que decía: “Sinceramente, creo que más vale que nuestras relaciones estén impregnadas de confianza recíproca. Sentir que me he vuelto una carga para ti o para los otros, que no sirvo para nada, que pronto seré a tus ojos un intruso y un ocioso (…), sería presa de la tristeza y víctima de la desesperación”.

Esta costumbre del pintor impresionista le sirvió de inspiración a Comfenalco para cambiar la forma de comunicación con las comunidades.

“Decidimos reinventarnos, la pandemia no nos podía frenar el proceso y fue cuando aparecieron las cartas”, explica la coordinadora Beisy.

¿Cómo enviarlas? La pregunta se resolvió fácil: ahí estaba José David, con su lancha y su conocimiento de todas y cada de las familias de la zona. Y aunque parecía una vuelta al pasado, como en los tiempos de la Independencia, cuando la correspondencia en Colombia viajaba en barco por el Magdalena y tardaba meses en llegar a los destinatarios, no había otra opción.

Al principio, el intercambio de misivas era entre la caja y las madres. Ellas contaban sus dificultades y vivencias y la entidad les respondía brindándoles orientación sobre cómo hacer menos agobiantes las estancias en casa, cómo organizar mejor la nutrición de sus hijos y afrontar los problemas cotidianos de las familias.

José David asumió la misión de llevar y traer las misivas y repartirlas de casa en casa. Luego se avanzó otro paso: que las familias compartieran cartas entre sí, con sus familiares alejados y con otras madres desconocidas pero que comparten rutinas, problemas y modos de vivir.

“A mi prima Fernanda”

“Hola Fer. Te escribo con el propósito de saludarte y a la vez decirte lo mucho que te quiero. Extraño decirte que eres más que mi prima, eres una maravillosa mujer, luchadora, capaz de hacer lo que te propones. Tú y tu hijo ocupan un lugar muy especial en mi vida, le escribió María Isabel Suárez, de La Ilusión, a su prima residente en el casco urbano de Caucasia, el 26 de julio.

“Le escribí cosas que no soy capaz de decirle de frente. Uno escribiendo siente mucha más confianza, se desahoga mejor, y como hace tiempo no sé de ella, quiero saber cómo está”, relata María Isabel, quien siente que las cartas han cambiado su vida a nivel personal y familiar.

“Lo que nos escribe Comfenalco nos sirve para mejorar nuestra crianza con los hijos y la situación familiar. Acá antes no dialogábamos, pero ya leemos las cartas en común y ponemos en práctica los consejos. Y las cartas familiares nos ayudan a saber cómo están y darnos apoyo y esperanza”, dice sentada en la puerta de su casa de madera, mientras una leve brisa que llega del Cauca alivia un poco el fuerte calor característico de la región.

Los consejos de la caja de compensación son tan simples como complejos. “A veces ellas cuentan cosas íntimas, relatan vivencias duras de su infancia y sus vidas y nos toca darles respuesta, orientarlas para que superen sus situaciones”, cuenta Meily Cochero, trabajadora social.

En otros casos, son cosas más simples, pero de impacto en sus vidas, relata Lorena Millán, nutricionista: “por ejemplo, les dibujo un plato dividido en tres partes: la mitad para las frutas y verduras, un cuarto para cereales y el otro cuarto para proteínas animales o vegetales, con el fin de explicarles la dieta balanceada para que sus hijos tengan una nutrición adecuada”.

Las cartas personales han servido para levantar lazos de amistad entre mujeres de las distintas comunidades, incluso desconocidas. En Barrio Chino, Eliana Arriola recibió una carta de Francis Cordero, de Las Malvinas: “me cuenta que se levanta temprano antes de que los niños se despierten para que le rinda más la mañana, y como comparto mucho de lo que ella vive, le respondí que la quiero conocer algún día, cuando pase todo esto del coronavirus”.

“Las madres se sienten felices cuando les llegan las cartas. Yo mismo les llevo las de respuesta. Para mí son tesoros y en cada viaje las cuido como si cada una fuera un pasajero más, siento que le sirvo a mi pueblo”, afirma José David, que dice no conocer a Van Gogh, pero sí al Cauca, que es el que le da sentido a su vida.

Vía: El Colombiano.